Leyendas de montaña

Leyendas e historias sobre las montañas


Gredos


El Ameal de Pablo 

A mediados del siglo XVI, existía en lo profundo de la sierra de Gredos, un granjero llamado Pablo Martínez. Este hombre era admirado y a la vez envidiado por los demás granjeros de la región ya que todos los años conseguía una gran cosecha de cereales. Pero además de buen agricultor, este hombre era también muy enigmático, se contaba que un año de grandes tormentas, su hijo desapareció sin dejar ningún rastro mientras su padre disfrutaba de la construcción de un ameal con el heno que había conseguido en sus plantaciones.
Se decía que los ameales de Pablo eran los más grandes y más perfectos de la zona y eso producía una gran curiosidad a la gente. Por ello, algunos vecinos se escondieron entre la cebada para espiar al granjero ya que se decía que practicaba brujería.
Con asombro, observaron cómo Pablo se levantó y en torno a una gran hoguera cogió una hazada y comenzó a golpear bruscamente uno de sus grandes ameales mientras pronunciaba un extraño lenguaje. De repente comenzó a salir sangre de ese ameal y los vecinos huyeron despavoridos. Pablo fue acusado de brujería ante el tribunal de la Inquisición y fue condenado a muerte en la horca.
Pasaron los años y esos ameales se fueron secando a la vez que los hombres del pueblo morían por su avanzada edad, pero cuál fue la sorpresa al observar que los cadáveres de las personas, una vez enterrados, iban desapareciendo sin ninguna explicación.
Pasaron los años y un grupo de montañeros descubrieron en el corazón de la Sierra de Gredos una extraña montaña con forma de ataúd, al llegar a la ansiada cima, los montañeros desaparecieron dejando sólo un diario de expedición de donde se ha sacado esta historia.
La leyenda dice que ese pico fue llamado el ameal de Pablo y que los cadáveres de la gente del pueblo fueron amontonados por Pablo y más tarde se convirtieron en piedra, también se dice que en la cima se puede distinguir la figura de un niño, el hijo del granjero, cuya alma fue vendida al demonio y por último, se dice que cada vez que alguien muere en los pueblos de alrededor, la montaña aumenta unos centímetros de altura... así que ten cuidado si estás por esa zona ya que Pablo os puede estar espiando para hacer crecer su ameal. (
http://www.kruela.ciberanika.com/leycol5.htm)


La dama de la Laguna Grande
-Había la leyenda -recogida por Cela en Judíos, moros y cristianos- de una alta dama de la Vera de Plasencia, embrujada por un mal querer, que vivía en el fondo de la laguna haciendo desenamorarse a las doncellas que se miraban en sus aguas. Corría la hablilla -consignada por Baroja en La dama errante- sobre bestias acuáticas capaces de devorar a un buey y no dejar de él más que los bofes, que sobrenadaban en la superficie del lago. Y se contaba -como anotó el explorador Gregorio Aznar en 1834- que la laguna se comunicaba subterráneamente con el mar, lo que sin duda era una convincente razón para no arrimarse a un lugar donde, de un resbalón, podía uno acabar en mitad del Atlántico. 



Cueva de la Serrana de la Vera

Aún se puede visitar la Cueva de la Serrana de la Vera, realizando una bonita ruta de senderismo, que discurre entre las poblaciones de Piornal y Garganta la Olla: 
Don Lucas de Carvajal, capitán del ejercito real, fue mandado a la zona de la Vera, para alistar hombres y destinarlos a la guerra de Granada. Llegó Don Lucas a la villa de Garganta la Olla y quiso éste levantar la bandera en casa de Giraldo Gil, labrador sencillo y honrado y de buena posición económica en la zona.

Tenía Giraldo una hija que era famosa por su hermosura y su fuerza. No había nadie en la Vera con más valor y que tuviera tanta destreza con las armas, ni tampoco mujer que igualara su belleza y que osara a defender los derechos y libertades tal como Gila lo hiciera.

Después de una tarde de caza, llegó Gila a casa y vió discutiendo a su padre y al capitán sobre la cuestión del cuartel de reclutamiento. Desmontó Gila del caballo y con la escopeta en las manos, hizo salir de la villa al capitán y sus cuadrilleros, pero juró el capitán que volvería a Garganta y se vengaría.

Estando un día Gila labrado la tierra, llegó su prima Madalena avisándole de que el capitán había invadido la villa con más de cien soldados y se encontraba hablando ya largo rato con su padre. Gila montó el caballo y galopó hasta la villa, pero cuando llegó a casa fue grande la sorpresa al ver a su padre y al capitán extrechando las manos, firmando así un acuerdo ante la polémica habida.

El capitán había amenazado con arrasar el pueblo si no se cumplían sus deseos. Este propuso a Giraldo, levantar el cuartel de reclutamiento en su casa y casarse con su hija, pues argumentó estar maravillado por la belleza y el valor de Gila. A cambio, Giraldo sería nombrado alcalde de la villa de Garganta la Olla. Gila viose obligada a ceder ante las peticiones del capitán pera materializar los deseos matrimoniales y militares de éste.

Durante un tiempo, el capitán impuso su ley en la villa y en casa de Giraldo Gil. En este tiempo, forzada por el capitán y evitando que éste arrasara con la villa, Gila perdió su honradez, su virginidad. Más una noche cuando la villa dormía, mandó el capitán bajar la badera y desmantelar el cuartel militar para marcharse a Plasencia, lugar donde el cuartel se ubicaría.

Al día siguiente, cuando Gila se enteró de lo acontecido, sintió tanto odio y dolor por haber sido engañada y deshonrada por el capitán, que ante su padre y las gentes de la villa juró que se vengaría, que se echaría a la sierra y que daría muerte a todos los hombres que con ella se cruzasen y así hasta que viera muerto al capitán don Lucas.

Así lo hizo durante varios años. En su afán de venganza dió muerte a todos los hombres que con ella se toparon, sembrando los cerros de cruces y calaveras. A caballo o saltando entre las peñas y armada con escopeta honda y ballesta, aterrorizó la sierra de Tormantos. Una noche unos caballeros se acercaron a su cabaña para preguntar el camino de Plasencia, pues en la oscuridad de la noche el camino habían perdido.

A penas podía Gila creerse, que el azar trajera hasta su puerta al que tanto tiempo buscó y fué entoces cuando dió muerte al capitán don Lucas, cumpliendo así su venganza. Unos días más tarde, despues de que su morada hubiera sido descubierta, fué la serrana arrestada por la Santa Hermandad y por su padre que fuera éste el alcalde de Garganta. Gila fué llevada a Plasencia y un día de aquel mismo año, murió condenada en la horca.


Castillo de Manqueospese (o Aunqueospese)

La leyenda más conocida es la de Don Alvar Dávila y Doña Guiomar:

"Volvían a Ávila, de pelear como buenos en las Navas de Tolosa, los escuadrones de serranos y habían entrado ya en la ciudad por la Puerta del Alcázar. Recorrían las calles entre los vítores de la plebe y los saludos de los nobles, que presenciaban el desfile desde los ventanales o en las torres de sus palacios. Apuesto y bizarro sobre un negro corcel, iba el capitán D. Alvar Dávila, señor de Sotalvo, al frente de sus escuadrones, repartiendo sonrisas y saludos.

Llegaba ya el desfile frente al palacio de D. Diego de Zuñiga, noble y palaciego abulense, arriba, desde la alta ventana, su hija Dª Guiomar aplaudía a los guerreros. Era linda y tenía ojos negros la condesita, era blanca como el lirio de los campos y su mirada angelical se cruzo con la de Alvar Dávila, que sonreía, sonreía... el valiente capitán se serranos recorrió ya la ciudad sin corazón, ¡lo había perdido en una sonrisa!.

Muchas veces se vieron Alvar Dávila y la condesita Guiomar, pero siempre a través de aquel alto ventanal de la torre del palacio de D. Diego de Zuñiga. Guardaba el conde a su hija entre los recios muros de la casa señorial para ofrecérsela a Dios. Era duro y altivo el conde, y ante él vino un día el capitán de serranos. Eran breves las treguas de guerra y le pidió licencia para casarse con la condesita, su hija, antes de una nueva partida. El conde, la ira en los ojos, ordenó al capitán que abandonase su palacio, prohibiéndole que en lo sucesivo volver a ver a Dª Guiomar.

El señor de Sotalvo con toda dignidad y gran Entereza, replico al irascible: - Cuando el amor ha nacido, no se le mata con vilencias; que el corazón del enamorado es rebelde y terco en la rebeldía. Dª Guiomar y yo seguiremos amándonos, y aún más, viéndonos: ¡Mal que os pese!.

Guardias rondaban día y noche el palacio, para prender al capitán si osaba acercarse. Mientras tanto, en el coto señorial de Sotalvo, sobre las altas rocas, mirando a Ávila, la brisa del corazón de Alvar Dávila alzaba en pocos días un blanco castillo roquero. Se adivinaban, más que se veían, los dos enamorados; ella miraba a la sierra; él, en las altas almenas que descubrían la ciudad.

Hasta que un día, al fin, el alma blanca de Dª Guiomar se escapó, hecha suspiro, del lirio de su cuerpo. A las torres del castillo vino aquel día nívea paloma. Suave era el arrullo, y el castellano la tomo con ternura en sus manos, poniéndola al cuello blanco lazo de raso.

De madrugada partía para la guerra al frente de sus escuadrones de serranos. Y en la guerra murió peleando como bueno..."

Guadarrama


Cuentos y leyendas 


Los primeros pueblos que tuvieron asentamientos por estas montañas fueron los carpetanos por el sur y los arévacos por el norte, que se establecieron en Valsaín.
En este valle existe un apilamiento de rocas, La Cueva del Monje, que hizo pensar en tiempos que se trataba de un dolmen, pero se trata de una formacion natural, que da nombre al techo de la Sierra, Peñalara (2.130 m), la Peña del Ara, en alusion a la singular cueva.

Una leyenda habla de un tal Segura, vecino de Valsaín, que vendió su alma al diablo y, arrepentido de esta acción, se retiró a la referida cueva, para hacer vida de penitencia y oración, pero según dicen su alma todavia vaga por estos parajes...

Otra leyenda cuenta que el senescal templario Hugo de Marignac, tras apropiarse de los tesoros de la Orden, se enamoro de una condesa que residía en el Palacio de Valsaín.
Al no verse correspondido, buscó la ayuda de un hechicero que celebraba ceremonias nigrománticas en la citada Cueva del Monjen y pactó con él que le revelaría el secreto de donde se encontraba el tesoro, si a cambio el brujo facilitaba sus amorios con la condesa.
La cosa no debió acabar bien, ya que el caballero dio muerte al hechicero y desapareció.
Desde entonces en noches señaladas, cabalga en su corcel fantasmal por el valle.

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También la intricada orografia de la Pedriza, ha servido de cobijo a bandoleros y maleantes, dando origen a muchas historias, como la de Pablo Santos, contemporaneo de Luis Candelas, al que mató de un trabucazo un tal Isidro, el de Torrelodones, al discutir sobre el botin de un secuestro.
Paco el Satre, segundo de Candelas, secuestró en 1839 a dos hijos del Marques de Gaviria y los escondió en las proximidades del Canto del Tolmo, siendo rescatados posteriormente.
El bandolero fue capturado y ejecutado.

Entre las historias de bandoleros que buscaban refugio en la Pedriza, la mas tenebrosa es la relacionada con el llamado Cancho de los Muertos, en la cual estaba la guarida de la banda de "Los peseteros", unos forajidos que tenian secuestrada a una joven madrileña de una acaudalada familia.
Al ausentarse el jefe de la banda, el resto intentó abusar de ella, siendo sorprendidos por el jefe a su regreso, que tras rapido juicio despeño a uno de ellos y al querer despeñar a otro mas, este le agarró de una pierna y los dos se precipitaron juntos, quedando sus cuerpos durante mucho tiempo en el fondo del barranco.

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Textos sacados de Guadarrama Montañas de luz
- Victor Luengo-
Obra de inusitada belleza grafica, de placentera lectura.


Historia y misterio en la meseta castellana

De cómo la Sierra de Guadarrama ha tenido un papel fundamental en el desarrollo de Castilla y del Camino de Santiago de Madrid.

Madrid se funda en el 854, casi a la vez que nació el Camino de Santiago. Desde el año 1805 es cristiana y a finales del siglo XII una de las diez parroquias que tenía estaba dedicada a Santiago. Cerca pasaban varias calzadas romanas como la XXIV del Itinerario Antonio que atraviesa por Cercedilla la Sierra de Guadarrama y enlaza con Segovia. Se supone que algún flujo de peregrinos tuvo que subir a través de esta capital y Valladolid hacia el Camino Francés. Muchos pueblos de la ruta tienen la típica estructura caminera y están jalonados de referencias jacobeas. En sentido inverso, los gallegos que venían a segar a Madrid cruzaban la sierra por el puerto de la Fuenfría, según relata Madoz en su célebre diccionario.

En 1993 la Asociación de Amigos de los caminos de Santiago de Madrid estudió las tres rutas históricas hacia el noroeste peninsular: Segovia, Arévalo y Ávila. De las tres posibilidades eligió la primera, vía puerto de la Fuenfría hacia Segovia, por ser la que más facilidades geográficas y logísticas daba a los peregrinos y en corto plazo permitía a Sahagn el entronque con el Camino de Santiago principal.

Una sorprendente peregrinación a Santiago de Compostela a través del misterio guarda y atesora Castilla. Un camino de ida y vuelta que a lo largo de la historia ha servido a gentes que han construido el espíritu castellano y su inmenso paisaje, ambos tan míticos como su cielo azul, que ahora, cuando la sociedad parecía ir por otros derroteros, vuelve a ser recuperado por peregrinos de hoy.

La Sierraes el eje dorsal de la meseta. Si se evocan antiguos nombres, al sur queda Castilla la Nueva y al norte Castilla la Vieja. El Camino las une y se lanza a la ascensión por la Fuenfría. Al otro lado Segovia, donde su bravía Tierra de Pinares lleva a Valladolid. Luegos los Montes Torozos con sus valles de erosión, para más adelante adentrarse en Tierra de Campos y en Sahagún proseguir junto a otros peregrinos. Si la naturaleza sorprende, su historia y arte ha dado frutos tan grandes como sus trigales. Viejas calzadas romanas cruzan la Sierra para descender junto al Acueducto y adentrarse hasta el corazón castellano.


Aguas quietas

Sobre la Laguna de Peñalara
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Una mujer contó la historia más maravillosa:

"Dos amigos llegaron a la laguna una hermosa tarde. A ras del suelo, el agua negra aparecia encerrada en un marco de piedra, cuya blancura resaltaba más por el contraste. La superficie siempre está tan muerta que más parece un espejo metálico encantado.
Desnudóse el primero de los amigos, y llevando un libro sujeto entre los dientes, cruzó a nado las aguas por lo más ancho. Al llegar a la orilla llamó a su compañero, y con voz alta, atentamente, púsose a leer las palabras de su libro.
Eran éstas, sin duda, de un milagroso poder que sostenía los ánimos y los cuerpos. El amigo avanzaba, brazada trás brazada...
De improvisto el lector cerró su libro y el nadador se sumergió para siempre".


¿Cuando fue esto? La mujer lo ignoraba. Mirando hacia atrás, todo el tiempo se fundía para ella en un término uniforme y desconocido: lo pasado. 


La pisada del diablo

También en las proximidades del monasterio del Escorial y aproximadamente a un kilómetro de la "Silla de Felipe II" se halla un canto de granito en el que parece incrustada la enorme huella de un talón izquierdo, es la "llamada Pisada del diablo".

Una ermitaña del lugar llamada Martiña se encontró un día con la visita de un humilde peregrino que resultaba ser el mismísimo diablo disfrazado, éste intentó tentarla y seducirla ofreciéndola poder y felicidad a cambio de que olvidase la enorme devoción que sentía por la Virgen.
Martiña se negó en rotundo, y así cada vez de las numerosas veces que se lo ofreció el diablo...ante la negativa de la ermitaña el diablo sintióse frustrado y en medio de una gran explosión (que dejó grabada la huella del pie en la roca) se lanzó al vacío.


La cueva de la Mora

"La Cueva de la Mora" se halla cerca del refugio Giner, concretamente enfrente de su fachada principal y al Este de la Peña Sirio.

Parece ser que la hija de un rico árabe quedóse prendada de un joven cristiano. Ante esta situación fue secuestrada y retenida por sus familiares musulmanes en el interior de esta cueva.
Pasaron los años y el caballero cristiano no regresó jamas a pesar de la ansiada espera por parte de la joven, por lo cual según las creencias de la gente de cuando en cuando el alma de la despechada joven se desliza vagando entre las formaciones rocosas y canchales tratando de buscar a su amor perdido...


Pablo Santos

En determinada época La Pedriza fue lugar de refugio de bandidos, salteadores y bandoleros que aprovechando los escondrijos y lugares inaccesibles que presenta esta sierra establecieron allí sus cuarteles y cubiles.

De entre ellos Pablo Santos destacable de entre los bandoleros de su tiempo parece ser que tenía su morada cerca del Cancho Centeno.
Según las gentes, poco después de raptar la banda del Isidro al hijo único de doña Braulia del Valle, y devuelto bajo pago de elevado rescate, robaron los bandidos a un pastor su magnífica escopeta de caza y algún objeto de valor que llevaba encima.
Asimismo le expoliaron un excelente gabán que acababa de estrenar, con el que se guarecía de los fríos y lluvias de la sierra.

Esta prenda produjo algunas discusiones en el seno de la banda, y uno de sus componentes apodado "Isidro el de Torrelodones", arrebató la prenda en cuestión y "solucionó" la contienda revolviéndose y matando de un trabucazo al tal Pablo Santos, que cayó muerto al pie de la cerca de los huertos, cuyas ruinas existen hoy al pie de la Sierra de los Porrones, cercano al Cancho del Horno.


El Puente del Perdón

Para relatar la procedencia del nombre de este bello puente sobre el río Lozoya enfrente del monasterio del Paular hay que contar primero otra historia; la de los quiñoneros.

En el sigo XIV el valle de Lozoya pertenecía al Concejo de Segovia, debido a la fragosidad de su vegetación y de sus pinares además de su difícil acceso era terreno idóneo para grupos subversivos de moriscos, malhechores y maleantes que hacían sus pillerías por estas tierras.
Ante esta incontrolable situación los Reyes decidieron agilizar la administración de la justicia delegando parte de sus poderes, así de esta guisa en las villas que crecieron después de la reconquista nacieron unos milicianos llamados "quiñoneros".
Estos quiñoneros podían juzgar y administrar justicia en este territorio inmediatamente, e incluso la pena máxima, sin necesidad de consultar con la corte...
Las ejecuciones se cumplían en una casa denominada "casa de la Horca" a cinco kilómetros aproximadamente del Paular, entonces es cuando entra en juego el citado puente... antes de partir para la casa de la Horca se les revisaba la sentencia a los reos a los que algunos se perdonaba pero sin que estos lo supieran todavía.
Se continuaba el camino y cuando llegaban al puente, a los que se les había perdonado se les dejaba sueltos, y cruzaban el río en libertad, de esta benevolencia le viene el bello nombre al no menos hermoso puente.


El Carro del Diablo

La leyenda transcurre durante la construcción en el siglo XIV de las torres de la primera catedral de Segovia, tarea que se encomendó a Juan Guas.

Este se comprometió a terminarlas en un tiempo determinado.
El tiempo pasaba y llegaba la fecha límite, más las torres no alcanzaban la altura deseada, la desesperación del arquitecto llego al punto que en el último momento decidió acordar un pacto con el diablo; Juan Guas le vendería el alma si este le ayudaba a terminar el proyecto antes de cumplirse el plazo...

Por obra de este en mal día acordado convenio las obras se agilizaron sobremanera hasta casi culminarse, pero en el momento que quedaba solo un carro de piedras para el acabado de una de las torres el arquitecto renegó el pacto.
Entonces el diablo en venganza desvió este ultimo carro al otro lado de la sierra quedando este petrificado, y desde aquel tiempo conocidas como "El Carro del Diablo".
Estas peñas con su curiosa forma se pueden encontrar en el camino mas usado desde el pueblo de Rascafría al Puerto del Reventón.


La Mujer Muerta

En los comienzos del hombre, esta tierra era llana y estaba cubierta de prados donde vivían pastores nómadas.
Una de las familias, tenía una hija radiante que amaba a un pastor.
Este joven le correspondía.
Sucedió que un día un amigo del pastor quiso obtener los favores de su amada.
Si bien la muchacha no dejó de pensar en él, Satán hizo que en el pecho del amante se incubasen la desconfianza y después los celos.
Tan herido llegó a estar nuestro pastor que buscó al que creía contrincante y le mató.
Al enterarse la muchacha de la tragedia quedó muy apenada y quiso Satán que el pobre pastor viera en este gesto una confirmación del amor que él imaginaba entre su amada y su amigo.
La ira le enloqueció y a quien más amaba quitó también la vida.

Los clanes de los fallecidos se lanzaron a la guerra contra el pastor arrebatado.
Lucharon y lucharon hasta matarse todos sobre el llano, enardecidos por relámpagos que chispeó el cielo.
Mientras agonizaban los últimos contendientes, se callaron los truenos y comenzó una lluvia de piedras que sepultó los cuerpos.
Intentando sobreponerse a la debilidad de aquel momento, Yahvé hizo acopio de sus fuerzas y sopló hasta trasladar la tromba sobre el pasto donde yacía la inocente muchacha.
Manipulando la caída de las rocas conformó una montaña de granito que, a modo de sepultura gigante, reprodujo la figura de la enamorada.
Del pastor engañado se sabe que no murió, pues hay quien le ha visto por las laderas de la Mujer Muerta, aullando de pena sobre los canchales plateados.


La Mujer Muerta

Cuenta la leyenda que por aquel entonces, cuando ni tan siquiera existia Segovia, la sierra era el centro de un reino gobernado por un rey que tras la muerte de su mujer se desvivio por la de su hermosa hija.
Tales llegaron a ser sus desvelos que ni casarla queria con tal de no sentir su ausencia, cosa que la entristecida hija llevaba con pesar y pena.

Quiso el destino entonces que un dia sus ojos se cruzasen con los de un apuesto joven que viajaba en compañia de otro compañero, mas alto y fuerte.
El flechazo debio ser salvaje pues cuentan que las miradas ardieron y sus labios se buscaron sin apenas dialogar presentaciones.
Al enterarse el rey, en un ataque desmedido de ira afixio a su noble hija y enloquecido abandono su cuerpo ante la presencia de su enamorado y su fiel gigante.
El joven al encontrarserla tendida e inerte la cubrio de lagrimas, cogio su cuerpo y desaparecio con ella.

Su gigantesco acompañante quedo encargado de tallar la figura de la princesa tal y como la habian encontrado, por lo que amontonando aqui y tallando alla, formo el cordal de la Mujer Muerta.
Esta silueta se aprecia mejor cuando las nieves descansan sobre ella.


La Mujer Muerta 

La Mujer Muerta es una estribación de la sierra de Guadarrama, en la vertiente segoviana, formada por los picos Pinareja, Oso y Pasapán.
Hace muchos siglos estos montes no significaban nada. Varios pueblos vivían en la llanura, dedicados a la ganadería y la agricultura.
Pero al morir el jefe de la tribu principal, sus dos hijos gemelos comenzaron una fraticida lucha para conseguir el poder. Tras varios meses de disputas, odio, sangre y muerte, la madre de ambos, desesperada, ofreció a los dioses su vida a cambio de la paz para su pueblo y la supervivencia de sus dos hijos.
Su oración fue escuchada, y cuando los hermanos iban a entablar la peor batalla, una ventisca seguida de una formidable nevada -en pleno verano- se lo impidió. Disipado el temporal, los hermanos comprobaron que tres montañas se levantaban donde hasta entonces sólo había colinas. La sorpresa los invadió al comprobar que la silueta en el cielo de dichas cumbres era la figura de su madre, muerta, cubierta con un velo.
Todavía hoy, al atardecer, se acercan a las cumbres dos nubes: los dos hijos que besan a su madre.
 


El lago de Peñalara

Una fría y nebulosa tarde de diciembre oíase gran algarabía entre el ramaje de los bosques de Valsaín.
El gran señor se entregaba a los placeres de la caza.
Cuatro grandes podencos seguían furiosos a un jabalí a poca distancia del caballero feudal.
En ese momento salió por el lado opuesto una vieja repugnante que le dijo:
- Bien llegado, donoso mancebo, vuestra puntería hirió al jabalí pero no está donde suponéis. Venid conmigo, apuesto galán y yo os entregaré el triunfo.
Internándose en el bosque llegaron hasta una caverna, lugar donde ella habitaba, que poseía una decoración sobrenatural.
Llegaron a una vasta galería donde se oían ruidos.
Se abrió una preciosa puerta de cristal de roca y se presentó ante él, la más seductora criatura, la bellísima Kora.
La bruja se había ido y se quedaron solos.
Ella le habló:
- Vuestra presencia aquí demuestra claramente un corazón generoso y magnánimo. Mi capricho y voluntad se cumplen y sin embargo, soy muy desdichada, ignoro los años que llevo aquí encerrada. Si sois tan afortunado de volver con vuestra familia no me olvidéis, y confío en que rompáis las cadenas de mi esclavitud.

A partir de ese día, el caballero salía cada mañana del castillo de Valsaín pero un día no volvió.
Una tormentosa noche se oyeron gritos y los guardas del castillo, a pesar del temporal, llegaron hasta la Laguna de Peñalara, de cuyo fondo procedían tales gritos.
De súbito, el lago se iluminó y salieron dos monstruos tirando de una carroza que llevaba a Kora y al caballero.
La bruja con aires de satisfacción contemplaba a los dos amantes.
De todas partes del lago salían horribles reptiles y monstruos.
Era un cuadro diabólico y pavoroso.
Los guardas retrocedieron asustados y desde entonces se asegura que bajo el lago se encuentra el palacio de los Encantos, donde brujas y hechiceros se reúnen y Kora y su amante yacen cautivos.


El Picacho de la Muerte

Aroldo Verdier era un muchacho de 28 años huérfano y sólo, sin otra ocupación en la vida que derrochar su cuantiosa fortuna.
Cansado de su monótona existencia en la corte, decidió pasar una temporada en las frescas alamedas de sus alquerías.

Una mañana de fiesta, yendo a misa, una lindísima joven llamó su atención.
La siguió a la salida hasta su casa, un vetusto edificio con un enorme escudo a la puerta.
Eloísa Torremar, hija única del Barón de Cabañas, uno de los títulos más antiguos de la ciudad, tenía tanta fama por su belleza como por sus virtudes.
Pretendientes no le faltaban, pero su padre los consideraba poco para ella.

Verdier acudió noche tras noche a la reducida tertulia de la casa de Eloísa y logró enamorarla.
Así pasó el tiempo y ella cada vez estaba más apasionada del galán y él cada día más indiferente.
El día 29 de octubre Eloísa estaba indispuesta y lloraba amargamente y el 31 después de dar a luz al fruto de sus amores funestos expiró.
Verdier, al enterarse y temiendo las consecuencias, partió al anochecer cuando ya se oía el clamor funerario del día de los Santos.

El lejano eco de las campanas llegaba a sus oídos como un sordo quejido que le aterraba y le hacía correr más al caballo.
De pronto, este se encabritó y Verdier prorrumpió en terribles juramentos.
Una espantosa visión sale a su encuentro como abortada por una roca que allí había.
Era un alto esqueleto envuelto en una mortaja blanca con una guadaña.
Verdier, desencajado, permaneció inmóvil mirando aquella aparición que no era otra que la muerte.

Al amanecer del día de los difuntos, cuatro labriegos levantaron su cadáver al pie de una larga y afilada piedra en la cima de Valsaín.
Aquella piedra se llamó el Picacho de la Muerte y se dice que la muerte la corona en el día de los difuntos.


Pirineos


Pirine y los Pirineos 

Entre todas las superficies que arrugan la superficie de la tierra, ninguna hay tan hermosa como la cordillera de los Pirineos.
Es obligatorio conocer los Pirineos en invierno, cuando la nieve suaviza con su tapiz blanco todas las cosas y parece convertir los picachos en blanquísimo algodón, en primavera cuando la naturaleza juega y viste las montañas con colores que superan nuestra imaginación, en verano sus azules cumbres se funden con el firmamento y cuesta distinguir donde termina la tierra y comienza el cielo, y en otoño, cuando tiñe sus bosque de color oro viejo.

Viejo y valioso como las leyendas del Pirineo.
Las escribieron los griegos hace muchísimos siglos, cuando nos legaron la creación del mundo con la lucha de sus dioses.
Entre aquellos dioses había dos especialmente fuertes: Atlante que tenia como misión sostener las columnas que separan el cielo de la tierra llevando el universo a cuestas, cargado sobre su espalda y Hércules valeroso como nadie otro, pero cruel y violento como ninguno.
Esta dualidad les provocó la rivalidad en sus tiempo, Atlante de carácter dulce y pacifico vivía feliz en su reino de Atlántida, Hércules no tenia reino y recorría el mundo sembrándolo de temor. Y además Hércules había engañado a Atlante con sus malas tretas cuando fue a robar manzanas de oro del jardín de las Hespérides.
Fue entonces cuando conoció a la más bonita de las Pléyades, Pirine, hija de Atlante, y se prendió de ella. La pretendió como esposa y lo hubiera conseguido porque nada parecía imposible para el.

Pirine amaba a su padre y se juro a si misma que nunca consentiría al amor de Hércules.

Tal vez la destrucción de Atlántida se debió a ese amor no correspondido.
Desairado por la negativa de Pirine, en un arrebato de cólera, partió con un golpe de su clava el monte dando lugar a lo que hoy llamamos el estrecho de Gibraltar.
En los dos extremos planto sus columnas, Calpe y Ávila y el agua del mar Mediterráneo se precipito, abnegándola.
Entonces fue precisamente cuando aparecieron todas las islas del mar Egeo, al vaciarse casi el mar.

Todo pereció en la idílica Atlántida quien prefiere pensar que, todo el continente continuo su vida debajo del océano protegido por una inmensa bóveda de cristal, sobre la bóveda se cubrió de sargazos para ocultarlo con sus algas a los ojos de los curiosos.
La leyenda se entrelaza aquí en este punto con la ciencia ficción y con los extraños fenómenos del mar de los Sargazos y el Triangulo de las Bermudas.

Sin embargo la bella Pirine consiguió escapar de la catástrofe.
Huyó más allá del jardín de las Hespérides y se recogió, acogida por los pastores, en las más hermosas montañas del mundo que recibieron su nombre.
Hércules, desorientado empezó a recorrer el mundo en busca suya, jamás renunciaría al amor de Pirine.

Al llegar la noticia a los oídos de la diosa, temerosa al mismo tiempo que llena de despecho, encendió los montes, prefiriendo ver todo arrasado y aceptando su propia muerte antes que caer en los brazos del poderoso Hércules.

Hay poetas que aseguran que la enorme pira dio nombre al Pirineo, y no les quitaremos la razón a su inspiración, además que no podemos olvidar que la palabra “pir” significa fuego.
Hércules, llegaba de Italia, siempre buscándola y realizando sus doce famosos trabajos al servicio de Euristeo en penitencia por su violencia y locura que lo llevaba a matar a todos a los que amaba, aunque fueran sus hijos.
Desde lejos vio la enorme humareda que se alzaba hasta el cielo, y presintiendo la tragedia en grandes zancadas se dirigió a nuestras montañas.
Llegó al atardecer, cuando ya todo era una inmensa ascua; los bosques ennegrecidos y sus árboles retorcidos y convertidos en carbón.
Empezó a buscar por todos los collados, grutas y colinas, orientándose por lo único que no ardía:
Las lagrimas de Pirine que salpicaban las montañas y se quedaban cristalizadas en los inmensos ibones de azul intenso, que todavía aún se pueden contemplar.
Solo al llegar la madrugada pudo encontrar la diosa de sus desvelos, quiso rescatarla del incendio pero era demasiado tarde, agonizante y entre los estertores de la muerte una sonrisa en su rostro mostraba su triunfo por haber podido burlar al hijo de Zeus.
Jamás ni ella ni sus montes se someterían a nadie por despecho.

Hércules quedo desolado y lloro, era el primer y único fracaso de su caprichosa vida.
Lloro, lleno de rabia y dolor junto al cadáver de Pirine.

Se juro a si mismo que la Hesperia tan amada por él, entre todas las naciones, quedaría para siempre marcada por la señal del amor imposible; las columnas de Hércules mirando a África y a la Atlántida sumergida al sur, y el altivo Pirineo en el otro extremo.
Con infinito cariño tomo a Pirine y la enterró allí mismo, y allí mismo la preparo su colosal mausoleo.
Llamo a gritos a los titanes y con ellos y sus propias manos cogieron las gigantescas rocas y montañas calcinadas y las fueron apilando una a una hasta dejar acabada una inmensa cordillera que desafiaba hasta los cielos y que para siempre se llamaria Pirineos y sobre su informe cestería coloco un manto blanco de nieve Purísima, en memoria de la hija de Atlante y como símbolo de la tenacidad y el amor a la independencia.


La dulera de Marboré 

La señora María tiene la cara arrugada como la piel de estas montañas y la voz dulce y acariciadora como la hierba verde de sus prados. Nació hace noventa años en la Val de Pineta, en Espierba, allí donde el río Cinca se dispone a saltar hacia la tierra baja para ir alegrando el paisaje de nuestro Alto Aragón.

La señora María, como todos los yayos y yayas, lo sabe todo: las coplas de la Virgen de Pineta, la historia de la Fuen Santa, los milagros de Santa Elena, la leyenda de la dulera de Marboré, todo.

Y en esta mañana soleada de agosto evoca para mí y para vosotros “para que no se pierda” la misma leyenda que ella escuchó un día a su abuela. Al desgranar su historia la vive, la cuenta con los ojos, los dedos, las palabras.

¡Ojalá la supiera yo contar como ella me la contó:

Erase una vez una ancianica muy pobre que vivía en el barrio de arriba, en Esmorés, ella solita, sin otra companía que sus recuerdos de días ya muy lejanos y sin otros medios de vida que las cuatro perras que trabajosamente se ganaba llevando a pastar la dula, es decir las vacas del lugar que no subían al puerto.

Habla que verla con su palo de boj, sus albarcas gastadas, su sempiterno pañuelo negro sujetando la cabeza, defendiéndola del aire y el sol, y su exigua alforja con un corrusco de pan y un trozo de queso que ella misma se hacía cuando le regalaban alguna jarrita de leche.

Aquella mañana de verano había madrugado más que de costumbre: las vacas apenas encontraban nada enel circo de Pineta y los prados de Lalarri ya los habían repasado otros rebaños. Había que subir hasta Marboré en busca de la jugosa yerba que solamente se daba en su tasca. Allí se quedaría unos días hasta que aflojase la calon Dormiría en la casucha refugio, bebería agua del arroyuelo y rezaría y cantaría.

Aún no se había apagado la última estrella cua do emprendía el camino. Pero iba feliz, como siempre, aunque sus cansados y trabajados remos apenas le llevaban cuesta arriba y a veces tenia que agarrarse al rabo de una vaca para que la remolcase.

El sendero se hacia cada vez más empinado y por entre los pinos se vela allá abajo el valle con el río espumoso como una cinta de plata. Las vacas seguían su camino cansínamente, azotando de cuando en cuando la cola para espantar las moscas y al sacudir la cabeza hacian sonar los cencerros que colgaban de su cuello.

Y por fin, las praderas de Marbore. Creía la buena mujer que no iba a llegar. El sudor le empapaba todo el cuerpo, las rodillas se le resentían, los pulmones le exigian más aire y pensaba con una sonrisa en los fiempos en que, de zagala, había hecho cien veces el mismo camino sin detenerse ni un solo momento como no fuera para coger alguna baya silvestre.

Ahora ya estaba arriba. Respiró hondo. Se pasó la mano por la frente para secarse el sudor y entornó los parpados.

Y de repente, al abrir de nuevo los ojos se le resisi tieron a creer lo que veían: dos señores ricamente vestidos se le habían presentado delante sin salir de ningún sitio. Uno de ellos, el más joven y hermoso, la miraba con intenso cariño y le preguntaba:

-¿Qué hace usted aquí, siendo tan vieja ... ? ¿Es que no tiene miedo a los lobos y a las tormentas?

-No lo sé, señor, ni me lo pregunto. Tengo que ganarme la vida.

Asi lo he hecho siempre y así lo seguiré haciendo hasta que Dios quiera. Es verdad que ya me canso mucho arreando las vacas que son muy tozudas, pero aqui está, en este prado, la mejor hierba del mundo que renace todas las primaveras debajo de la nieve.
Viendo su aspecto demacrado, volvío a preguntar el visitante:

-¿Cuánto hace que no ha comido nada?

-El pan y el queso se me acabaron ayer, pero tengo todos los días leche de las vacas y agua del arroyo,

Pues ahora vamos a matar un ternero y nos lo comeremos.

-Es imposible, señor, porque no son míos. Pero si ustedes tienen hambre, yo ordeñaré una vaca y les buscaré fresas y chordóns en el piñar de ahí abajo.

-No se preocupe , buena mujer. Haga lo que le digo.

Cogieron un temerillo, lo mataron, lo desollaron, encendieron una hoguera y lo pusieron a asar sobre la brasa. En medio de la pradera pusieron la piel.

La dulera comió como hacía tiempo que no cornía.

Casi había olvidado el sabor de la carne asada. Ni siquiera se acordó de que sus cuatro dientes perdidos por la boca no le dejaban masticar. Estaba contenta y hasta cantó para los señores aquello de:

La Virgen de Pineta tan alta y sola entre peñas y bosques como pastora...

También los señores disfrutaban viéndola feliz y el más joven de los dos miraba sonriente las pobres albarcas de la dulera, cuando ella continuó:

La Virgen de Pineta quiere zapatos para los angelicos que van descalzos.

-Los huesos dejadlos encima de la piel, no los tiréis al suelo- había advertido aquel señor al empezar a comer y así lo hacían.

Cuando terminaron de comer, el señor joven --que era nuestro Señor- dio un puntapié a la piel y los huesos del montón se empezaron a juntar como un rompecabezas. Como por ensalmo se cubrieron de nervios y carne, la piel se alzó también y los forró y el ternero se
puso en pie y ya no estaba muerto.

A la dulera le parecía que estaba soñando. No salía de su asombro (los ojos de la señora María Soláns, que me lo cuenta, tampoco).

-Ahora va a hacer lo que yo le digo -continuó nuestro Señor- que no quiero que se canse tanto arreando el ganado. Coja la vaca de la esquila grande y todas la seguirán.

Y luego añadió:

“Así se hunda la plana de Márboré, vacas y vaqués, escudillas y mortés, la nieu que caiga que no se vaya nunca inés”.

La señora María mira soñadora hacía el Balcón de Pineta por donde, también ella, tantas veces correteó cuando era chavalilla; y más arriba en donde en pleno calor del verano todavía pueden verse manchas de nieve inmaculada que nunca llegarán a desaparecer del todo; Marboré se adivina más arriba. Los mira con ojos acuosos y remata sentenciosa:

íY así ha sido!


La leyenda del Aneto

Todos saben que el Aneto es el pico más alto de los Pirineos. El techo.
Y todos saben también que, con ser el mas alto, jamás se le ve.
Siempre tienes otro pico delante que lo hurta a la vista.
Pero hay pocos que conocen su historia y que todo se debe a una especie de maldición.
Los libros no nos lo cuentan. Es necesario hablar con las personas mayores del valle de Benasque para enterarse con pelos y señales.

Cuando se apagaron las ultimas ascuas del Pirineo en la inmensa hoguera que la diosa Pirine había encendido, todo empezó poco a poco a llenarse de alegría, primero las nieves lo cubrieron todo y luego, al deshilacharse durante la primavera en miles de riachuelos, fueron remansándose, empapándose los prados y los bosques de nuevo crecieron.
Las flores de nieve volvieron; las águilas y los quebrantahuesos volaban por los riscos y las ardillas y las mariposas y todos los animales del bosque lo llenaron de vida, así que por fin comenzaron a levantar pueblos en los valles el Pirineo se convirtió en el precioso jardín que ahora conocemos.

Y pronto también, los gigantes se prendaron de ese parque y quisieron adueñarse de el.
Los antiguos griegos nos hablaron ya de la lucha titánica de los gigantes con los dioses.

Los gigantes según los poetas helenos, colocaban montañas sobre montaña para desalojar a los dioses del Olimpo, manejaban los grandes árboles que encendían para convertirlos en antorchas y los blandían amenazadores contra el cielo para provocar el pánico a los hombres y a los dioses.
Y dice la leyenda que los dioses jamás podrían ganar a los gigantes si no luchaban con ellos algún mortal pues así lo decían los oráculos.

Fueron los dioses al final los vencedores y aquella raza terrible y maldita de los gigantes desapareció de la tierra, aunque fue aparentemente, ya que alguno de ellos se escondió, entre los terribles gigantones que se agazaparon en las montañas el mas perverso se llamaba Netu.
Era pastor y todo lo quería para su ganado y lo que se cruzaba en su camino era presa de su furor.
Netu era muy cruel y si se cruzaba con algún hombre se lo tragaba y hombre que desaparecía ya nunca volvía.
Netu era altivo cruel siempre enfadado disfrutaba haciendo daño, y cuenta la leyenda que un día apareció en el valle un peregrino.

Nadie sabia quien era ni de donde venia vivía casi de limosna o trabajando en lo que le pedían, con muy poco se conformaba.
Al atardecer jugaba con los niños y les contaba historia preciosa.
Pronto se gano el afecto de todo el mundo , pero el cuando ya veía a todos en concordia desaparecía, y se iba a otro sitio era como si el fuera sembrando la paz.

Sabían que el quería cruzar la montaña y quisieron quitárselo de la cabeza pues tendría que pasar por los dominios de Netu, el los tranquilizo y les dijo que el nunca se había peleado con nadie que no temieran, así que cojio su atillo y marcho hacia el norte a cruzar el Pirineo.

Hacia mucho calor y se le fueron terminando las provisiones que le dieron en el pueblo, pero el seguía caminando.
Sudoroso y casi agotado diviso a lo lejos un vallecito y un rebaño, pensó con razón que por lo menos allí habría agua y podría ayudar a los pastores a cambio de un churrusco de pan, la marcha le resulto dura ya que aunque parecen cortas las distancias engañan, fue al atardecer cuando alcanzo el valle, de repente se encontró frente al gigantón era enorme con barbas sucio y con cara de pocos amigos.

Sin ningún temor el peregrino se le acerco a pedirle agua, Netu altivo se la negó, le dijo que el agua era para su rebaño, y que se fuera ni siquiera se por que te dejo marchar.
El peregrino con voz tranquila le respondió:

Veo que tienes el corazón duro como la piedra. Ojala que todo tu te conviertas en piedra.

Y en ese momento el gigante quedo petrificado y convertido en lo que es hoy: en el pico de Aneto.

Las gentes de la montaña aseguran que el peregrino era Dios.


La leyenda de Formigal

Al igual que nuestra fabla y nuestras tradiciones, también las mitología aragonesa parece que se ha refugiado entre los escondrijos del Pirineo.
Allí acudimos en busca de nuestra esencia y de nuestro pasado.

Allí se contaba antiguamente antes de que la televisión rompiera el hechizo de las largas conversaciones entre padres y abuelos los cuales se encargaban de transmitir toda su sabiduría y las historias que pasaban de generación en generación.

Pero quedan todavía las purnetas para reconstruir nuestra mitología, yo no se si es que los bosques, las montañas, cumbres, las nieves y los cierzos crean el caldo del cultivo adecuado a la leyenda o si el contagio de la mitología latina que humanizaba y multiplicaba dioses ayudo a crear el mito.

La montaña, imponente recorta su blancura contra el cielo azul. Miras a lo alto y vas caminando y cada vez que la miras cambia de figura, antes parecía la quilla de un velero solitario, después una pirámide y también se ve el perfil inmaculado de una diosa.

Por eso no es de extrañar que los montañeses hayan encontrado siempre en todas sus montañas y heleros y en rocas y lagos, la personificación mas absoluta de lo humano, prestándoles a todos sus sentimientos y pasiones de hombres y mujeres.

La leyenda que en tantas culturas a servido a servido para difuminar la historia de los pueblos o su interpretación, la leyenda pura que nos sirve, no para descifrar la naturaleza, sino para descubrir el alma poética de sus hombres.
Es el caso de la leyenda de Formigal.

Formigal en aragonés significa " hormiguero", como todo el mundo sabe. No obstante cuando uno visita ese precioso paraje ya famoso en el mundo del esquí se queda sorprendido por la ausencia de hormigas blancas que en tiempos antiquísimos, por lo visto abundaban allí.
Y entre Formigal y Sallent de Gallego destaca una de las peñas más emblemática del Pirineo, su silueta con una doble punta a manera de bonete se refleja ahora en el lago artificial de Lanuza porque le gusta repetirse ya que es única.
La llaman" La Peña Foratata " y los que la han escalado aseguran que esta casi hueca.
Una boca en su cima, parece la entrada del mundo del mas allá: un volcán que nunca ha tenido erupción: la puerta del centro de la tierra.
Todos estos datos han formado la leyenda.

El anciano que me lo contaba hablaba con voz bajita y susurrante, como soñadora; y la vivía de tal modo que daría yo algo por reproducir exactamente sus palabras, ya que no sus gestos.

Anayet y Arafita eran tal vez lo dioses mas pobres de la montaña, les habían despojado de sus pinares y abetales, ni siquiera fresas o chordones, hasta sus ganados escaseaban sus senderos se habían convertido en pasos de contrabandistas.

Anayet y Arafita eran pobres pero trabajadores y honrados.
Poco les importaba que los otros dioses- montañas los despreciaran porque ellos en su pobreza eran felices.

Es mas tenían un tesoro que por nada lo cambiarían: una hija preciosa la diosa Culibilla a la que el cielo doto de todas las bellezas y cualidades entre las que destacaban el candor y su hermosura.
Nada quería saber nunca de las pretensiones de todos los dioses pirenaicos.
Sus mejores afectos eran sin duda hacia los corderillos que competían en blancura con los inmensos heleros y glaciales que rompían el verdor de sus montañas .Y mas aun amaba a las humildes y trabajadoras hormigas blancas que durante el verano continuaban blanqueando la montaña, hasta el punto que Culibilla la bautizo con el nombre de Formigal.

La tranquila paz se acabo el día que Balaitus se enamoro ardientemente de Culibilla.
Balaitus era el revés de la medalla: fuerte, poderoso, temido por todos, nadie se oponía jamas a sus deseos.
El amasaba las terribles tormentas del Pirineo y forjaba los rayos capaces de destruir todo lo que le apeteciera.
Violento como ninguno, cuando se enfadaba y hacia correr sus carros por encima de las nubes, se estremecían hasta los cimientos de las montañas.

¿Como iba a ser feliz Culibilla con ese dios?
Naturalmente, lo rechazo como a todos los demás que la habían pretendido, pero en mal momento ya que a el era la primera vez que lo rechazaban, y juro raptarla.
Anayet y Arafita temían sus furores pero ¿que podían hacer los pobres por defender a su hija?

En tres zancadas dicen que se presento Balaitus ante Culibilla, decidido a cumplir su propósito.
Las montañas todas estaban atónitas, sin atreverse a defender a la hermosa y desgraciada diosa, Balaitus era el Zeus de aquel Olimpo Pirenaico.
Y dice la leyenda que entonces Culibilla, al verse perdida, grito:
- ¡ A mi las hormigas!

A millares acudieron de todos los sitios las hormigas blancas que empezaron a cubrir a Culibilla ante los ojos de Balaitus que, horrorizado, emprendió la huida.

Culibilla, en el colmo de la amistad y el agradecimiento, se clavo un puñal en el pecho para guardar dentro junto a su corazón, todas las hormigas: es el foru de Peña Foratata.

Y cuenta que los que suben al Forau de la Peña pueden claramente los latidos de Culibilla, la diosa agradecida.

Y aseguran también que en Formigal, desde entonces, ya no hay hormigas blancas: todas las tiene ella. 


El palacio mágico de Monte Perdido

Atland tenía una misión sobre la tierra: los dioses, su familia, le habían encomendado la construcción mediante las artes mágicas, de un lugar maravilloso que sirviera de morada-puente entre los hijos de la tierra y los hijos del misterio.
El venerable encantador, el más sabio de entre los primeros pobladores de las brumas que cubrieron las montañas en su génesis, se puso a trabajar con todas sus fuerzas.

Reunió todos los elementos conocidos.
Para empezar, los primordiales: aire, fuego, tierra y agua.
Después, los esenciales: humo, viento, roca y lluvia.
Por último, los espirituales: palabra, lágrima, pétalo y música.
Hilos de luz de sol y de luna le sirvieron para tejer el hechizo.
Por fin, tras muchos siglos de empeño, el Palacio estuvo construido.
Sobre las nubes que permanecen eternamente cubriendo la cima del Monte llamado Perdido, en uno de los macizos montañosos más antiguos del planeta Tierra, se alza desde entonces un maravilloso palacio que sólo algunos
elegidos con el don de la Segunda Vista han podido contemplar.
Ninguna boca humana ha podido pronunciar las palabras que lo describirían, ni ninguna mano de artista ha podido trazar siquiera un bosquejo de su magnificencia.
Aquellos que de el fastuoso prodigio han tenido conocimiento, hablan de el brillo del cristal más puro, magníficos jardines cuyos dibujos atrevidos han sido trazados por un mágico compás; más cercanos a nuestros días, hay quien ha vuelto insistir tratando de encontrar una certera descripción, sin conseguir sino un reflejo como el que percibe en su mente el ciego que conoce un cuadro con sus dedos:
Maravillosas torres, resplandecientes almenas, radiantes frontispicios y relucientes columnas.

Pero este celestial lugar tenía un fin.
Debía acoger entre sus paredes sin cemento un hogar, una acogedora morada para que floreciera el amor entre las dos especies de seres más queridas de la Creación.
Atland previó lo que sucedería de dejar el acceso abierto a la curiosidad del descubridor humano, y estableció que sólo a lomos de caballos alados o dragones pudiera penetrarse en el recinto, guardado por pétreas fieras y bestias que cobraban vida según los deseos expresado por Atland por medio de un cetro de oro, tatuado de legendarias runas.
La profecía estaba escrita.

Se grabó en el frontispicio de un viejo dolmen, hoy desconocido y vergonzosamente cubierto por un vertedero de los humanos.


La Cueva de Baños

Hablamos de los Baños de Benasque.
Los más altos de España, situados nada menos que a 1.702 metros de altura y explotados como tales desde tiempos inmemoriales.
Ya en el siglo pasado los elogiaba así un eminente geógrafo: “Varios millares de extranjeros, después de probar las aguas sulfurosas más acreditadas de Europa, han concurrido a las de Benasque y regresado a su patria perfectamente curados.”

Las aguas manan en la ladera occidental de la Tuca del Campamento por tres fuentes abundantísimas que dan aproximadamente trescientos litros por minuto.
Y un poco más abajo manan otras tres, la de San Miguel, San Cosme y Opiladas.
Y todavía hay otras cercanas como las de San Roque, San Juan y San Victorián, menos importantes.

Hace muchísimos años, dicen que el diablo no venía nunca por estas tierras.
No era necesaria su presencía personal pues al parecer tenía sus emisarios y súbditos, sobre todo las brujas y brujones que se reunían en el glaciar del Aneto o el de La Maladeta, o el Turbón o Fadas (que de ahí viene su nombre).
Ellos eran los encargados fieles de desencadenar las tormentas y todos los males diabólicos.

Pero de pronto su influencia decayó notablemente en el valle.
Bien porque los montañeses les plantaban cara y los mantenían a raya, bien porque eran de su natural más bien débiles o bondadosos, lo cierto es que la comarca vivía feliz y tranquila.
La vida era allí bucólica y dichosa entre los bosques, ibones y fontanales.
Los rebaños de vacas o de ovejas no se veían turbados para nada y todo el valle parecía la antesala del cielo.

Cuando, héte aquí que Satanás, aburrido de contemplar tanta dicha se presentó en el valle.
Aquél fue un día terrible: unas ensordecedoras tronadas sacudieron hasta los cimientos de las montañas desde el Aneto al Gallinero, desde Vallibierna hasta el Posets, que de entonces datan los abundantes pocillos o “posets” que dieron luego nombre a la montaña en su vertiente oriental y a la que los chistavinos siguen llamando con
el nombre aragonés de Lardana.

Después que hubo provocado todos los desastres que le fue posible en casas, cuadras, campos y monte, para dar una lección práctica a sus secuaces, los reunió en el lugar de costumbre para soltarles una airada filípica por su negligencia.
Los juntó, pues, en el paraje que ahora llamamos los Baños.
Los introdujo en una cueva y allí comenzó su patética indagación, para comprobar, desolado, que no habían hecho nada de nada.
Ni habían matado una sola vaca, ni habían desencadenado pedriscos en los campos, ni provocado incendios en los pinares, ni habían soltado aludes de nieve, ni se habían llevado a la tumba criaturas sin bautizar, ni habían aplanado casas, ni incortado matrimonios, nada.

El tono de su voz iba en un crescendo amenazador.
Ellos, brujones, brujas, pobres diaplleróns, aojadores y licántropos, le pedían perdón consternados y prometían un cambio radical en su conducta y actuaciones.
Podía estar seguro el príncipe de los demonios que de ahora en adelante iban a convertir el idílico valle en una auténtica sala de espera del infierno.

Pero de poco valieron sus promesas.
Satanás estaba indignadísimo, desconfiaba de todos sus secuaces y estaba resueltamente dispuesto a prescindir de sus servicios que tan mal resultado le habían dado hasta entonces. (Parece ser, en efecto, que desde aquella fecha no ha habido brujas en la Ribagorza).
Prefería actuar por sí mismo.
Y bien que lo iban a comprender Benasque y todos los pueblos vecinos.

Al terminar su discurso, interrumpido de cuando en cuando por llamaradas terribles que lanzaba por su boca y por sus ojos chispeantes, les comunicó tajante la condena que de ahora en adelante les esperaba: desde aquel momento, todos ellos iban a quedar irremisiblemente encerrados en aquella cueva.
Además iban a transformarse en piedras, rodeados de fuego por todas partes hasta el día en que llegase al valle algún otro de su calaña que tuviese las suficientes agallas para desencadenar todos los males que ellos habían sido incapaces de hacer.

Dicho esto y entre horripilantes estampidos y llamaradas, desapareció de su vista.
Ellos comprobaron cómo poco a poco iban quedando paralizados, incapaces de cualquier movimiento y cómo se iban solidificando, adoptando la forma de roca, al mismo tiempo que empezaban a padecer un calor insoportable al límite de su aguante.
Y allí quedaron, encerrados en la cueva, y allí siguen todavía hasta Dios sabe cuándo, ya que Satanás no parece que tenga intención de líberarlos.

Por eso aquella zona del valle quedó sin vegetación alguna. Solamente se ven piedras por todas partes y por eso el agua de sus fuentes sale caliente.

Los benasqueses que son gente práctica decidieron aprovechar esa circunstancia y construyeron allí, encima de la cueva maldita los afamados Baños de Benasque.

Las gentes creen que debajo de las fuentes existe algún volcán y puede que tengan razón.
Y dicen también, que cuando llegue el día que profetizó el diablo -Dios no lo quiera- el volcán subterráneo estallará y lo arrasará todo y no quedará nada en el valle, hasta Graus.


Leyenda de Tortosa

Esta es una leyenda que se cuenta por mis tierras, las tierras de Roquetes – Tortosa.
Se dice que hace mucho tiempo, poco después de que Berenguer IV consiguiera reconquistar Tortosa unas brujas que huían de un fraile se instalaron en las cuevas del "Ports de Caro" (Puerto Tortosa - Beseit).

Estas montañas en esos tiempos solo eran morada de bestias salvajes i de hadas malignas que hacían la vida imposible a quien intentaban subir a la cima.
Las brujas decidieron quedarse a vivir allí en soledad para poder llevar a cabo sus rituales sacrílegos de adoración al maligno.
Durante mucho tiempo permanecieron escondidas sin incordiar ni lo mas mínimo a los aldeanos que vivían en la falda de la montaña, solo les molestaban para robar alguna niña que después de que la consagraban al diablo, le enseñaban el arte de la maldad.
Ninguna niña volvió nunca, todos se quedaron con las brujas reemplazándolas
cuando estas morían.

Finalmente una noche de San Joan (Juan para los castellanos) invocaron al diablo en un grandioso aquelarre lleno de asesinatos y de gritos, tan fuertes y agudos que llegaron hasta las tierras del delta del Ebro.
El mismo Satán dejo su huella aquella noche preñando todas y cada una de las mujeres en muchas millas a la redonda.
Los hijos nacidos de esta unión crearon la discordia por las tierras por donde pasaban violando mujeres, saqueando casas, asesinando inocentes, pero solo lo podían hacer de noche.
Cuando llegaba el día tenían que esconderse de la luz del sol en las cavernas de la montaña las cuales llegaban hasta el mismo mar (situado a unos 20 km).

Pero un día, Berenguer IV después de oír las suplicas de sus siervos decidió acabar con este mal.
Envió muchos guerreros pero ninguno volvió.
Finalmente Robert de casa del Roig, un pobre herrero ya a punto de morir a causa de su edad visito a Berenguer IV diciéndole que el sabia como terminar con ese mal; decía saber donde dormían los engendros y sabia como dejarlos enterrados.
Berenguer IV creyendo hablar con un loco le dio su bendición para lo que creía que seria una muerte segura.

Nunca mas se supo de Robert ni de los engendros, ni de las brujas, solo se sabe que apareció de la nada una fuente, la Font del Caragol que hasta hoy perdura.
Nadie sabe como lo consiguió, algunos dicen que era un ángel, otros un sabio pero lo único seguro es que en las tierras de Tortosa no se volvió a ver ningún engendro del diablo.


La escalera de Turche

Sobre la antigua ruta a Mirabonell Safogos, Amacasta y Atava, en plena huerta, se halla Buñol, rodeado amorosamente por los ríos Chico o Juanes y Buñol (tributarios del Júcar), que corren por macizos de montañas, en las estribaciones de la Sierra de La Cabrera y Sierra de Malacara.
Más allá, subiendo a las faldas del Alto Mulet y en la parte alta de la Cueva de Turche, que encallejonan el río Chico o Juanes, existe una escalera de peldaños desiguales grabados en la propia roca, conocida como Escalera de Turche.
El Señor de Buñol, Abdul Ben-atul-orum, tiene su "Kalaa" en un promontorio de roca, a quien se tiene por valeroso, prudente y sagaz, a cuyo pie está el paseo y barranco de Borrunes.
Ben-atul-orum era hombre muy culto, sentía profunda afición por la historia y geografía, literatura, escribía poemas, gozaba de los manzanos, algarrobos y naranjos, de una huerta feraz y alegre, cuyo sistema de explotación y regadío viene de tiempos de los iberos y durante los escasos ocios que le concedían sus obligaciones de gobernante y guerrero gozaba con los libros.

Pero sus más entrañables desvelos, era su hija, educada con el mayor esmero por un sabio cautivo cuyo rescate le había costado a Ben-atul-orum una verdadera fortuna, de nombre Malba Tahan.
La hija se llamaba Yaisa a la que había dedicado sus más finos cuidados y sus más entrañables desvelos.
Tanto amaba a su hija que le había construido una torre en su "Kalaa"que se unía a su palacio por un largo y secreto pasadizo.
El sabio cautivo enseñó a Yaisa además de historia, geografía, religión, el arte o ciencia de la magia.
Con una cultura tan vasta y una apariencia tan bonita, no puede extrañamos que Yaisa tuviese muchos pretendientes entre los caballeros de su edad.
Pese a ello y tener siempre cumplidos todos sus caprichos y de sus numerosos pretendientes, la hija de Abdul era una mujer soñadora, melancólica y metida en sí.
El padre quiso distraerla y pensó que nada sería tan apropiado como llevarla de viaje con él.

Visitaron las cortes de Valencia, Sagunto, Játiva y Denia, donde la presencia de Yaisa levantaba tempestades de amor.
Tuvo numerosos y egregios pretendientes, entre los príncipes y entre los
caballeros con las mejores prendas personales.
Pero la joven a todos rechazaba, deseando volver a su torre solitaria y allí pasar completamente abstraída.
Como Abdul Ben-atul-orum notase que el maestro de su hija, Malba Tahan, también se pasaba las horas sumido en igual tristeza y abstracción, un día le obligó a que le contase la causa de tal estado.
Y el viejo astrólogo y maestro, le contó:

- Alá te guarde, ¡oh noble Abdul! Me preguntas por la causa de nuestra melancolía, y he de decirte que obedece a razones muy diversas.
Tu hija Yaisa está triste porque necesita llenar su alma de amor como todas las doncellas jóvenes; pero es tan delicada y tan inteligente, domina las artes y las ciencias de tal modo... en una palabra, es superior a quienes la rodean, así que no siente ilusión por ninguno de ellos.
El ideal de tu hija no existe y, sin embargo, no se resigna a vivir sin él.
En cuanto a mí, me siento cada día más viejo, mi vida se acaba y quisiera volver a mi amado Tetuán, para que mis días se extingan en la tierra que nací.

Abdul quedóse muy perplejo y no dio permiso al sabio Malba Tahan, pues quería consultar a su hija, la bellísima Yaisa, cuya salud le preocupaba mucho más.
Se fue a hablar con ella y le expuso la petición del anciano.
Yaisa respondió:

- De ninguna manera quiero que se vaya mi Maestro hasta que me enseñe el último y más grande de sus secretos.
En cuanto me lo diga seré completamente feliz.
El bravo Abdul llamó al viejo maestro a sus presencia, le relató lo que le había dicho su hija Yaisa.
Los deseos del sabio y los de la joven podrían satisfacerse a la par, cuando el anciano le revelara su gran secreto.

- Tu hija gran Señor ha descubierto que la escalera labrada en las peñas de Turche conduce a un palacio encantado lleno de maravillas.
La subida por tales peldaños es imposible, porque no fueron hechos para seres mortales.
Por consiguiente sería imposible llegar a la famosa grutapalacio si no hubiera otro medio para penetrar en él.
¿Existe otro medio? Existe y yo lo conozco, es mi singular secreto.

- Pues es necesario que mi hija conozca tu secreto y si te niegas te arrojaré a prisión de por vida... de manera que tú tienes la palabra -amenazó el Señor del Castillo-.

- Debo advertirte que la entrada que yo conozco es tan peligrosa, que tu hija podría quedarse encantada para toda la eternidad.

- En ese caso yo mismo acompañaré a Yaisa, y tú también;
Bien entendido, que mis servidores recibirán orden de cortarte la cabeza si nosotros quedáramos en la maravillosa gruta y te salvaras tú solamente.
- Hágase como tú quieras. Yo os esperaré al pie de la escalera al primer canto del gallo.
Era media noche cuando Abdul y su hija Yaisa, fíeles a la cita, llegaron al pie de la escalera.
El viejo mago estaba allí.
Abrió un antiquísimo libro y leía en voz alta y al finalizar se oyó un estruendo en el interior de la tierra y se abrió una grieta enorme en la montaña.
Padre e hija estaban aterrados.
El mago siguió leyendo y una fuerza mágica separó las paredes... dentro se veía un magnífico palacio, con deslumbrantes lamparas de aceite que iluminaban las más fabulosas riquezas, los dorados techos de oro estaban sostenidos por columnas de esmeraldas y los muros eran piedras preciosas.
Abdul y Yaisa se precipitaron en su interior contemplando aquel prodigio.
Pasó una hora y el Mago silbó, padre e hija corrieron a la salida.
El Señor de Buñol y su hija irradiaban felicidad guardando el más absoluto secreto de lo que habían visto, y el primero dio permiso a Malba Tahan, el mago, para que regresara a su tierra, como quería, pero tuvo que entregar el libro mágico a Yaisa.
Así lo hizo y Abdul y Yaisa quedaron dueños de él.

Más un día, pasados los años, el Señor de Buñol echó de menos a su hija. Mandó buscarla y nadie la encontró.
Efectuadas indagaciones, sus esclavos dijeron que la habían visto salir a medianoche y que el siervo que la acompañaba la esperase al pie de la escalera; pero que habían pasado horas y Yaisa no había vuelto.
Abdul mandó aparejar y enjaezar su más brioso corcel y desde la Torre Sur, llamada también de Musa, acompañado de sus sirvientes, partió al trote, como si estuviese loco y llegado ala Escalera de Turche, descabalgó, llamando desesperadamente a su hija.
Dentro de la tierra se oyó un quejido lastimero... después otros.
El padre impotente para desencantar a la hija que tanto amaba ordenó a todos sus servidores que derribasen la escalera maldita y a deshacer la montaña.
Pero cada vez la voz de la doncella se escuchaba más lejos.

Comprendió Abdul que sólo la magia podría romper el encantamiento y embarcó para Africa a visitar al sabio profesor, por si podía poner fin a su sufrimiento.
Al llegar le encontró postrado en el lecho, a punto de morir, a las desoladas palabras del Señor de Buñol, apenas pudo responder,
que su ciencia mágica era impotente para desencantar a Yaisa.
Transido por el dolor, desesperado, murió de pena durante el regreso en altamar.

Y dicen los viejos del pueblo que las lamentaciones de Yaisa se oyen todavía, cuando llega la noche.
Sigue aguardando a que un simple mortal se acerque a ella, con el propósito de desencantarla, quizá se trate de un empeño vano y Yaisa, deba permanecer encantada eternamente. 


El ermitaño Garí

En Montserrat una leyenda, tal vez la mas conocida a causa de su trasmutación en asunto operistico, es la del ermitaño Garí.

Llego a ser tal la popularidad de este fraile que su fama de santo llegó a oidos nada menos que de Wifredo el Velloso, quien buscaba desesperadamente un remedio para su hija Riquilda, a la que se suponia poseida por el diablo.

Hasta allí llego el conde, pero fueron necesarios los consejos de un ermitaño recien establecido en la montaña para que fray Garí admitiese en su celda la presencia de la joven, temeroso de que esta diera al traste su vida en castidad.
No iba desencaminado, pasó lo inevitable y, desesperado ante su debilidad y temeroso de arrastrar las iras del conde, siguio de nuevo el consejo del vecino ermitaño y dio muerte a la joven.

Apenas la hubo enterrado, fray Garí contemplo horrorizado como su compañero de retiro se convertía en el mismo diablo y desaparecia dejando tras de sí una nube de azufre.

Pasó el tiempo y nada se supo de Riquilda y fray Garí, hasta el dia en que unos cazadores llevaron hasta la corte una extraña bestezuela que habian cazado en Monserrat.
Al presentarla ante Wifredo, una voz misteriosa anuncio desde el Más Alla.
- "Levantate, fray Garí, estas perdonado"
La bestezuela no era otro que el antiguo ermitaño, quien, para expiar su pecado, vivía, como un animal, a cuatro patas.
Arrepentido públicamente, se retiro en Monserrat, donde llevó una vida ejemplar de penitencia y oración. 

Otros


El montañero

Cuentan que un alpinista, apasionado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería toda la gloria solo para él, y por eso quiso subir sin ningún compañero.
Empezó la ascensión, y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.
La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver casi nada.
Todo era negro, y las nubes no dejaban ver la luna y las estrellas. Cuando estaba a solo unos pocos metros de la cima, resbaló y se deslizó a una velocidad vertiginosa.
El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo… y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida. Pensaba en la cercanía de la muerte, y rogó a Dios que le salvara.
De repente, sintió un fuerte tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.
En ese momento de quietud, suspendido en el aire, gritó : “¡¡¡Ayúdame, Dios mío!!!”
De pronto, una voz grave y profunda de los cielos le contestó: “¿Y qué quieres que haga?”
El montañero contestó: “Sálvame, Dios mío”.
Y escuchó una nueva pregunta: “¿Realmente crees que yo te puedo salvar de ésta?”
Y el hombre contestó: “Por supuesto, Señor”.
Y oyó de nuevo a la voz que le decía: “Pues entonces corta la cuerda que te sostiene…”.
Hubo un momento de silencio.
El hombre se aferró más aún a la cuerda.

Cuenta el equipo de rescate, que al día siguiente encontraron a un alpinista muerto, suspendido de un cuerta, con las manos fuertemente agarradas a ella… y a tan sólo un metro del suelo…


Leyenda de Atland

Fue Atland un personaje misterioso, ser de otro mundo que en su apariencia humana adoptaba la humilde figura de un barbado anciano.

Para los primitivos habitantes pirenaicos que habitaron su tiempo, Atland, loco o mago, arrastraba su mísera existencia hundido en una pequeña cabaña construida con sus manos, más parecidas a raices leñosas que humanas, a base de piedra sin cantera y troncos enteros de abeto.

"El Viejo de las Cumbres", le llamaban, y en los poblados de las montañas, el Viejo se convertía en protagonista de historias y chismes inventados por los lugareños con el fin de entretener la mente y hacer más breves los rigores del crudo invierno.

Fue Atland en la imaginación de las gentes un soldado renegado de las guerrillas combatientes contra los invasores del Imperio Romano, que para alcanzar la vergonzosa libertad hubo de segar el cuello al cabecilla del grupo y huyó a esconderse a las faldas del ya entonces llamado Monte Perdido, sobre el que también se decía que era tal su lejanía debido a un extraño encantamiento que le permitía, a la montaña, cambiar de lugar entre las demás cimas de la cordillera.

Por supuesto, Atland se ganó entonces la fama de Encantador de las Montañas.
Verdad o no, lo cierto es que Atland, personaje que también ha llegado hasta nosotros con el nombre de Asland, escondía más de lo que enseñaba. 


La muerte de Atland

Fue el mismo Encantador de las Cumbres quien talló con golpes de palabras mágicas el texto de la profecía en la roca del dolmen, pero al parecer, brotaron lágrimas de sus ojos mientras lo hacía, y por eso hoy el dolmen se deshace bajo toneladas de escombros y deshechos.

Lloraba Atland porque a veces, conocer hace sufrir, y él escribía en una piedra su propio final.
Apiadados los dioses de la pena que embargaba el corazón del viejo, fiel cumplidor de sus divinos deseos, ordenaron a las tres Moiras que entretejieran una cruel venganza con los mismos hilos de la muerte y del asesino de Atland, y así quedó escrito en el Tapiz del Destino.

El final de la historia es trágico.
El gigante Aneto, envidioso del poder de Atland, le dispara una flecha y lo mata. Los dioses acuden en su venganza y lanzan un rayo flamígero desde los cielos, destruyendo al gigante y convirtiéndolo en montaña de roca y hielo.

Teneis un diccionario completo de leyendas y personajes fantásticos de Aragón publicado en papel.
Se titula "Breve inventario de Seres mitológicos, fantásticos y misteriosos de Aragón".


Caballos del Viento

párrafo dónde Kurt Diemberger habla de las oroflamas, banderines de oración o "caballos del viento". Es una imagen que a nosotros nos habla de sueños de alpinista y que son símbolos de la veneración y el respeto de un pueblo para con su entorno.
Este es el texto.

"Los banderines de oración en los que aparece representada la figura de un caballo, acompañada de oraciones, se disponen en lugares considerados como sagrados o peligrosos: en los vados de los ríos, en puentes y en pasos de montaña, en cuevas sagradas, a la entrada de una garganta y, por su puesto en todas la ubicaciones o construcciones sagradas, tales como monasterios, chorten, estupas y muros mani. Se ensartan de cinco en cinco en un cordón, y cada uno presenta un color distinto: azul para el cielo; blanco para las nubes, el éter, el "hálito del mundo"; rojo para el fuego; verde para el agua, puesto que donde hay agua, hay vegetación; y amarillo para la tierra, el desierto rocoso tibetano. El caballo siempre ocupa la posición central, es una expresión de vitalidad, y constituye el elemento principal de esta ancestral representación." 


He vuelto

Como un día más me disponía para salir a la montaña otra madrugada de otoño. Inés, mi mujer, aún dormía. Ella no entiende que nos mueve a conquistar las cumbres, porque realizamos ese esfuerzo, que imán tiene la montaña que nos atrae hasta el punto de condicionar la vida de algunas personas, pero sabe que me llena más la vida y es feliz cuando al regresar con mis palabras le describo los parajes que me han llenado el alma. Alma suficientemente llena por mis hijos Juan, Elena y Raquel y por supuesto Inés que sin ellos nada tendría sentido, ni siquiera las montañas.

Antes de coger mi mochila me fui a darles un beso uno por uno, siempre lo hago, Inés se removió y con voz adormilada me susurró lo de siempre: “Ten cuidado y vuelve pronto”, los niños ni se inmutaron, dormían como ángeles.

Al llegar al pueblo me eché a caminar entre sus calles. Amanecía y ningún rayo de sol rompía el manto de nubes plomizas que empañaba todo. Por las callejas se respiraba la humedad, las farolas aún lucían y la neblina difuminaba su resplandor. El pueblo, solitario, parecía sacado de una historia de Allan Poe, al fondo de la estrecha calle una luz me llamó la atención y al acercarme descubrí una taberna que parecía abierta. Entré para tomarme un café, la mañana lo pedía.

Me acerqué a la barra y pedí un café. El tabernero, un hombre ya curtido, mientras lo preparaba y con cara quieta me comentó: “mal día para subir a la montaña”, yo le asentí con la cabeza y sin dejarme contestar continuó “que tendremos los hombres y que nos llama a realizar ciertas cosas que la mayoría no entienden...”. Que razón tenía, la cantidad de montañeros y de historias que habría escuchado en su taberna. Me senté en una mesa junto a la chimenea para sentir algo de calor antes de salir a caminar. En la mesa de al lado tres abuelos con sus gorras apuraban sus cigarros, mientras tomaban un café y unos licores que por su color parecían brandy y anís.

No paraban de mirarme, no es la primera vez que me ocurre este fenómeno al que ya estoy acostumbrado, y antes de terminar mi café uno de ellos y con la voz ronca le dijo a los otros dos “hace la misma mañana que cuando subió Horacio...”. Me quede pensativo y mi curiosidad me obligó a preguntarles:
-¿Un vecino del pueblo? El abuelo me contesto: “Si joven, aunque ya no...”

Esa respuesta aumentó mi intriga, y no pude remediar volver a preguntar. El abuelo dejó el cigarro, juntó las manos y comenzó a contarme esta historia:

“Horacio era un hombre del pueblo, esquivo, distante, apenas se relacionaba. Tenia dos pasiones las montañas y sus “niñas”, Soledad su mujer y su hija Laura. Estas eran el sentido de su vida y la montaña el lugar donde abandonaba las penas de la vida cotidiana. Salía al monte siempre solo y repetía el camino una y otra vez. Conocía cada árbol, arbusto, cada una de las piedras y riscos del trayecto. Te podía decir cuanto había crecido un retoño de pino desde la vez anterior que pasó. Una mañana de otoño, como la de hoy, se echó al monte y empezó a caminar. Todo estaba como el último día, aún sabiendo que todo cambia a cada instante, la naturaleza, la vida. Según ascendía notaba algo diferente, los pasos le costaban, una angustia empezaba a invadirle el ánimo, pero él seguía la marcha. Llegando a la charca donde terminaba el recorrido se sentía más aliviado, se acerco a su orilla y en unas rocas, donde siempre se subía, se puso a contemplar sus aguas.
Esta charca era su rincón favorito, con sus aguas paradas, oscuras y su superficie como un cristal ahumado por el que se podría hasta caminar.

Antes de volver al pueblo, se contemplaba en sus aguas entre el reflejo de la vegetación y las rocas, como si fuera un espejo.

Algo le sobresaltó, veía todo, pero por más que buscaba no encontraba su rostro. En ese momento comprendió que ya no estaba en el mundo de los vivos. Mientras se preguntaba ¿por qué lloran las almas?, Horacio intentaba imaginar como podría seguir vivo sin poder abrazar ya nunca más a sus “niñas” del alma. Había pasado a ese estado en el que el tiempo se para, los instantes son infinitos, donde nada se mueve, donde todo avanza, LA ETERNIDAD”.


El abuelo se ajusto la gorra y volvió a coger el cigarro, dándole una calada. No volvió a soltar palabra alguna.

Me levanté de la mesa y despidiéndome de todos los presentes salí de la taberna cabizbajo y pensativo, aquella historia me dejó tan frío que de nada me valió el café y el calor de la chimenea.

Me alejaba del pueblo y mi cuerpo continuaba estremecido. Según me iba adentrando en el bosque, este parecía engullirme cual fiera se traga a su presa. Caminaba lento, como siempre, pero paso tras paso sentía que no avanzaba, me creía andando sobre una cinta de gimnasio. La mañana continuaba desapacible, plomiza, lloviznaba, una ligera brisa empapaba mis mejillas. Por más que caminaba siempre veía lo mismo. Algo me retuvo, ¿un pensamiento? ¿una convicción? ¿una voz? No lo se, y siempre me lo he preguntado sin poder hallar respuesta. Alguna vez he pensado que fue el propio Horacio quien no me dejó avanzar ese día.

En ese momento comprendí que hoy no tocaba integrarme con la montaña. Di media vuelta y volviendo sobre mis pasos regresé a mi hogar.

Al abrir la puerta con la mochila a la espalda, mis hijos vinieron corriendo a recibirme, como siempre, buscando que les había traído hoy. Más no encontrando nada me preguntaron los tres a la vez como niños de un coro “papa ¿hoy no traes nada?”, detrás Inés expectante. Hoy os he traído el mejor regalo, a mi mismo...........he vuelto a casa.  (Historia del compañero Rafa, de SC)


Los jóvenes del Monte Helicon

De todos es sabido que los devaneos amorosos de Zeus no habrían producido más que resultados adversos de no mediar los "buenos ocios" de ciertos personajes míticos que, según opinión común de la época, bien pudiera catalogárseles como los primeros y más perfectos alcahuetes de todos los tiempos.
Su cometido consista en entretener a Hera, la esposa del rey del Olimpo, y encubrir a éste para que llevara a cabo sus conquistas sin dar pie a que los celos de aquélla pudieran aflorar.
Un personaje singular, la ninfa Eco, fue el más renombrado cómplice de Zeus en los menesteres descritos.
Esta muchacha dicharachera, locuaz y ocurrente, entretenía con su charla a Hera mientras Zeus se dedicaba de lleno a sus conquistas entre las ninfas, dánaes, nereidas, musas, jóvenes hijas de los mortales, etc.
Mas, un día aciago para la infeliz Eco, Hera descubrió el ladino juego de la ninfa y la complicidad de la muchacha con su esposo Zeus y, entonces, presa de la más exacerbada cólera, la esposa humillada castigó a la ninfa y la condenó a no poder emitir nunca más palabra alguna con sentido.

Desde entonces, la infortunada ninfa sólo tenía capacidad para repetir las últimas palabras de sus interlocutores y, esto, la trajo consecuencias tan funestas como la imposibilidad de ser comprendida o amada.
Recuérdese, al respecto, la leyenda del hermoso efebo Narciso que penó tanto por la ninfa Eco, al enamorarse de ella sin que ésta pudiera expresarle sus propios sentimientos, que decidió abandonarla.
Eco, por mor de la maldición y el castigo de Hera, únicamente podía repetir las últimas palabras que su amado Narciso articulaba y se veía imposibilitada de comunicarle sus sentimientos.
Todo terminó en tragedia para los dos jóvenes que moraban en el monte Helicón y, mientras Eco se transformaba en una voz que vagaría eternamente de montaña en montaña.
Narciso estaría condenado para siempre a no poder amar a persona alguna fuera de sí mismo; ¿acaso hay mayor tormento que éste?


La Sima de los Pastores

Existe la creencia de que en los montes cercanos al Escorial existe un tesoro oculto, de ser esto cierto por lo concurrido y transitado de esta zona lo más posible es que se a estas alturas ya haya sido encontrado.
Esta leyenda tiene origen también en el monasterio del Escorial.

Parece ser que un tal Rafael Corraliza empleado de la pagaduría de las obras del monasterio sintióse tentado por el continuo tintineo de doblones a diestro y siniestro delante suyo y decidió hacerse con un botín de estos y sujetándoselos al cinto escapóse como alma que lleva el diablo camino de Portugal por la ruta que pensó menos vigilada tomando la vereda que conducía a la próxima aldea de Robledondo.

Como era ya de anochecida al llegar a la zona conocida como Sima de los Pastores se hundió en ella dando con sus huesos en el fondo tragando vida y doblones, no se sabe con certeza pero parece ser y quiere creer la gente que el mismo santo intercedió en la aventura del desafortunado pagador.

Con el paso del tiempo esta sima fue tapada con ramas y piedras por temor a que el ganado o cualquier desdichado sufriese la misma suerte del tal Corraliza, aunque aún sigue ahí la sima para visita del que se precie a rememorar significante historia.


La Fuente de la Xana

En el siglo VIII, el rey Mauregato de la pequeña monarquía asturiana, se había comprometido con los musulmanes a entregarles 100 doncellas cada año para desposarse con ellas.
El rey, celoso de su pacto, elegía cuidadosamente a las doncellas mas bellas del reino para ser entregadas.
Un nutrido grupo de guerreros recorría ciudades y aldeas para elegir a las doncellas y éstas, pese a oponer resistencia, eran llevadas por la fuerza.

Sucedió un día que los guerreros se enteraron de que en Illas (Avilés), existía una joven muy bella, y raudos, hacia allí encaminaron sus pasos.
Belinda, que así se llamaba la joven, sin sospechar en un principio los deseos de los visitantes, los recibió amablemente, pero cuando fue capturada, con gran habilidad consiguió que sus guardianes le permitieran ejecutar bellas danzas y canciones.
La joven les ofreció bailar para ellos una danza maravillosa, pero esta tenía que ejecutarse en el campo, a la luz de la luna.
Los guerreros, encantados con la gracia de Belinda, accedieron a su deseo y aquella misma noche salieron al campo.
Una vez que se vio libre, la joven corrió desesperadamente hasta una fuente no muy lejana con el deseo de esconderse en aquel lugar y asi burlar a sus captores.
Una vez en la fuente, oyó con gran sorpresa como de su interior salía una voz que le decía:
- Si quieres ser tu mi xana vivirás días dichosos".
La joven, al oír estas palabras, preguntó que debía hacer para convertirse en xana; la respuesta no se hizo esperar:
- Bebe un sorbo de mi agua, y te verás libre de los soldados y acabarás con el tributo".
Belinda así lo hizo y se convirtió en una joven de belleza sobrenatural.
Cuando los soldados llegaron al lugar intentaron capturarla de nuevo, pero la joven xana los miró con sus maravillosos ojos verdes e inmediatamente todos los soldados se convirtieron en carneros.

Los días pasaron y el Rey, impaciente, viendo que sus soldados no volvían, mando otro grupo a Illas para cumplir su orden, pero estos tampoco volvieron.
El Rey, alarmado, mando reunir a todos sus soldados y, a la cabeza del ejercito, se dirigió a Illas.
Cuando llego al lugar pudo ver una gran cantidad de ovejas y carneros que pastaban apaciblemente alrededor de una fuente en la que se encontraba sentada una joven hermosísima que hilaba blancos copos de lana.
Viendo que se trataba de un ser sobrenatural, se dirigió a ella y le pregunto si había visto a sus soldados, a lo que la xana le respondió que el no había enviado soldados, sino corderos.
El Rey, enfurecido, contesto:
"Repito que eran soldados, como los que vienen detrás de mi", a lo que la xana contesto burlonamente:
"También son corderos, y tu puedes ser el pastor".
El Rey volvió la cabeza y pudo ver como todo su ejercito se había convertido en un rebaño de mansos corderos; asimismo, sus lujosas ropas se habían transformado en las pobres prendas de un pastor.

Entonces, tembloroso, suplico a la xana que deshiciera el encantamiento y que el se comprometería a cumplir lo que ella deseara.
La joven le pidió que renunciara al tributo de las cien doncellas, cosa que el Rey acepto de inmediato y mando un mensajero al reino musulmán para que explicara que el pacto quedaba roto ante la imposibilidad de cumplirlo.
Desde entonces las doncellas no volvieron a ser capturadas.
La fuente de la Xana todavía se conserva próxima a Avilés.


Leyenda del Lago de Sanabria

Hace muchos años, en el lugar que hoy ocupa el lago de Sanabria existía un pueblo llamado Valverde de Lucerna, rodeado de tierras fértiles y productivas, la gente del lugar era egoísta, y de actitud poco solidaria y caritativa.

La noche previa a la fiesta de San Juan, una noche lluviosa con truenos y relámpagos, una sombra se mueve lentamente en dirección al pueblo, el relámpago ilumina su vieja capa de lino, se apoya en un bastón del que cuelgan dos conchas, es alto, de barba larga y abundante cabello. Calado hasta los huesos llama a la puerta de una casa.

-¿Quien llama a estas horas?. Le contestan desde el interior

-Un peregrino que busca refugio y alimento para pasar la noche. Contesta

-¿Eres un peregrino?..Pues continua tu camino

El hombre sigue caminando y tropieza por tres veces cayendo y volviéndose a levantar, insiste en otra de las casas, negándose el inquilino a abrir su casa y darle cobijo.

En la ultima casa lo intenta de nuevo

¡Por favor dejadme entrar!

-Déjanos en paz y vete por donde has venido.

Cansado, hambriento y aterido de frío decide abandonar el pueblo, a la salida del pueblo en un altozano ve un horno de leña, donde se encontraban unas mujeres cociendo pan, les pregunta si puede entrar, a lo que ellas acceden. Una vez que se hubo secado al calor del horno, las mujeres hacen un pequeño panecillo para dárselo, lo introducen en el horno y cuando intentan sacarlo comprueban que ha crecido tanto que no pueden sacarlo por la boca del horno. Van probando con trozos cada vez mas pequeños hasta que finalmente uno sale y se lo dan al misterioso peregrino. Este dirigiéndose a las mujeres les dijo:

-Gracias por socorrerme realmente solo vosotras sois dignas de ser salvadas en este pueblo, seguir en el horno y no salgáis esta noche. Voy a castigar a este pueblo, que no se acuerda cuando están con el estomago lleno y calentándose a la lumbre de los que pasan hambre y frío.

El hombre se despide de las mujeres recordándoles que se queden en el horno, una vez que ha llegado a las afueras del pueblo pronuncia esta frase, "Aquí clavo mi bastón, aquí brote un gargallón".

En el lugar donde clava el bastón empieza a brotar un gran caudal de agua, a las pocas horas el pueblo de Valverde de lucerna queda totalmente inundado.

Al día siguiente, el sol ilumina el valle un gran lago cubre lo que antes era el pueblo, solamente una pequeña isla en el lugar donde estaba el horno de leña sobresale del agua. Días más tarde un vecino con la ayuda de una pareja de bueyes Redondo y Bragado intenta sacar del fondo del lago las dos campanas de la iglesia, consigue sacar una pero la otra permanece en el fondo del lago.

El día de San Juan (24 de Junio), las personas que son caritativas y generosas, se dice que oyen el tañido de la campana que reposa en el fondo del lago. 


Leyenda del Lago Enol

Cuenta una leyenda perdida en el tiempo que el Lago Enol, era hace milenos una campera con cabañas de pastores en ella, pero todavía cuentan los antiguos que “una vez vino una Señora” de noche y pidió posada. Ningún pastor se la dio, aunque la dama era hermosa, su halo de otro mundo quizás infundió miedo a los pastores. Sólo en la vega de Los Acebos, hubo una familia de pastores que sí le ofrecieron agospiu (alojo). La dama, no habló, pero los advirtió de que si tenían ganado en la campera lo recogieran porque ese lugar al día siguiente sería un lago. Y así sucedió. 

1 comentario:

pisandocumbres dijo...

Gracias,Jairo por esta revisión tan amplia e interesante de las leyendas de montaña. Los tiempos digitales están acabando con los cuentos y leyendas, y desde pequeño he sentido que ellas son parte de la montaña y del amor a ellas.Creo que las leyendas no tienen que ser antiguas y que cualquier momento puede ser bueno para escribirlas. Me gustaría que leyeras en mi blog pisandocumbres.blogspot.com.es La leyenda del Almanzor, también hice un pequeño relato de La tumba del Rey(Mulhacén)y en cabeza tengo otras historias. Saludos.


Nota importante

Las descripciones de las rutas del blog, son totalmente subjetivas, basándose únicamente en las apreciaciones, percepciones y sensaciones del que suscribe, y analizando lugares, pasos, dureza, dificultad, etc. bajo su único punto de vista, que en ningún modo tiene por qué coincidir con el de otras personas.
Estas descripciones no pretenden ser en ningún momento una referencia plenamente fiable, sino una referencia meramente orientativa y no necesariamente válida.
Si decides realizar alguna ruta documentate además en libros y guías especializados sobre la zona en donde encontrarás una mayor y seguramente mejor información.
Son exclusiva responsabilidad de quien pudiese utilizar esta información los posibles percances que pudiera sufrir como consecuencia del desarrollo de una actividad basada en el uso de esta descripción.